Mi experiencia digital – Natalia Ginzburg

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Foto del día 23-10-14 a la(s) 15.42 #2

Natalia Ginzburg es licenciada en Letras y editora. Lleva 20 años trabajando en diferentes sellos de la industria editorial y desde 2011 coordina el departamento editorial de Atlántida libros. Concurre a un taller literario, y –con menos frecuencia de la que querría– escribe textos de ficción, crónicas de viaje, pequeños ensayos.
Sus redes sociales/aplicaciones (por orden de uso): Facebook (Natalia.M.Ginzburg)/ Google Talk / Twitter (@namaraginz)/ Linkedin (¡¿1300 contactos?!) / Instagram (cuando la memoria del celu se lo permite) / Whatpadd (a instancias de sus sobrinas).
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¿Qué leés en digital?
Hablar de la lectura en la era digital es hablar de las condiciones de producción. Mi vida digital y mi experiencia como lectora tuvieron una inflexión significativa –y por el momento irreversible– con la compra de mi última computadora. Por esas cosas de la vida y el oficio, siempre fui usuaria Mac. Después de diez años de gentil vida, tuve que dar de baja la vieja y hermosa Ibook blanca, incapaz ella de soportar la banda ancha, mucho menos el wifi, entre otras limitaciones para la época que ya se avecinaba. Para entonces, igual, ya había perdido algunas letras del teclado, y la pantalla tenía manchones indelebles. Gracias a una amiga viajera llegó mi nueva MacBook y entonces lo supe: algo comenzaba con ella, aunque no sospechaba a ciencia cierta de qué modo mi vida comenzaría cada vez más a funcionar, cual tótem hogareño, en torno a ella: al ya frecuente uso de internet, lectura de blogs, y el por entonces novedoso facebook, se sumarían pronto Grooveshark, Youtube, los feeds… Cada mañana ya consultaba La Nación Online, porque reconocía en su página un buen diseño y usabilidad, gesto que recompensé con mi fidelidad hasta el día de hoy (pesé a estar lejos de su línea editorial). Faltaba poco para que me armara un usuario en twitter (que nunca terminó de cautivarme, pero del que aprendí mucho de lo que sucedió en el periodismo en la última década, y a pensar en 140 caracteres) y otro tanto para Netflix. El google talk ya reemplazaba con creces al teléfono de línea e incluso al celular (hasta que llegara el primer smart phone). ¿Por qué algunos seguían prefiriendo los mails de yahoo, hotmail o fibertel, teniendo el gmail gratis, con la posiblidad de atesorar eternas conversaciones y al mismo tiempo saber quién estaba, allí, disponible, ocupado, o invisible? ¿Chatear, por cierto, era escribir? Lo escrito volvía a primar sobre la oralidad. Además, otro dato crucial, la compu no se apagaba: se la ponía a dormir o se la cerraba, pero siempre con la luz encendida, siempre enchufado el cargador. En ese contexto… ¿cómo no habría de cambiar mi experiencia de lectora? La TV fue relegando su ya ninguneado lugar y la computadora, internet mediante, a captar la mayor parte de mi tiempo de ocio y negocio. Todo se pudo leer o ver allí: los diarios, el DRAE, el clima, las series, las guías de turismo, los nuevos temas de una banda –sus videos, sus partituras–. Todo es todo. Para leer, antes que nada, habría que tener el “no firme” frente a las infinitas tentaciones. Porque, lo supe, la lectura ya nunca volvería a ser tal, a saber: se abandonó el texto aislado para ser en sus múltiples conexiones. En términos estructurales, un texto en la era digital es antes un link con sus links asociados. Y si no hay link, siempre está Google a una ventana de distancia para que asociemos (y busquemos) libremente. Y como bien pregonan: podemos ser afortunados.
Supongo que fue por ello, por el frenesí de opciones que trajo esta compu a mi vida, que por un buen tiempo decidí que la lectura de “literatura” seguiría siendo en soporte papel. Además, parte importante de mis lecturas se daban en el subte, y yo no tenía un e-reader… aunque comenzaba a tentarme. Desde ya, siendo afín como era a las nuevas tecnologías, sospechaba de mi propia resistencia al digital. Pero el papel era, a su modo, un oasis que me mantenía alejada, por algunas estaciones de subte al menos, del furioso tsunami digital. Y en el me refugié, y aún lo hago.
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¿Tenés tablet o e-reader?
Entonces, en un viaje, llegó la oportunidad de comprar una tablet… Si no lo hacía por mis propias lecturas, debía hacerlo por mi trabajo (como editora): necesitaba ya comprender y empezar a probar la lectura digital. Una vez más, el diablo-mac metió la cola y sucumbí con un Ipad. Error. Un ipad no es un reader: no nos acerca a la lectura. Al contrario, como se comprobó en la medida que las distracciones –internet y las “aplicaciones”– cobraron protagonismo. Aún así, comencé a comprar y leer algunos ebooks. Mi primer Ebook fue “Frío de Alaska” de Ricardo Straface, editado por Blatt&Ríos. No fue por que sí la elección: venía siguiendo con atención el estilo y política de comunicación del sello en las redes sociales, que me parecía muy amigable, e incluso superior al de las grandes editoriales. También entendí que el (comparativo) precio más bajo de los ebooks respecto de sus mellizos de papel era ideal para compras experimentales, de consulta, en otros idiomas. Pero en el Ipad, combinación de lector y ordenador, también, comencé a leer y comentar los textos de mis compañeros de taller literario. Y en él fueron guardándose las sucesivas versiones de cuentos y novelas, algunos de los cuales ya fueron publicados. Y fue definitivamente genial para los viajes –un único dispositivo que me permite llevar un diario-bitácora, tomar fotos, para luego subirlas a facebook, leer literatura o el diario local, o consultar mapas–. Si lo que quería era preservar la lectura literaria, claro, era un fracaso total. ¿Pero en verdad me interesaba preservarla?
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¿Qué opinás del e-book?
Aunque quizá no lo parezca, tengo muchas razones para recomendar el ebook. La practicidad de acceso a los materiales, la economía, la sustentabilidad que implica no imprimir son solo algunos de los motivos por los que creo en el libro en soporte digital. Lo ve uno en el subte: los e-readers ya son parte natural del paisaje. Y ahora, cada vez que saco mi ejemplar en papel –muchas veces importantes mamotretos– me siento un poco prehistórica. Y pienso que lo que necesito es un e-reader.
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¿Cuál es tu experiencia con el libro digital?
Un recuerdo. Pasaba un fin de semana largo en Mar de las Pampas, y había decidido llevar mi tablet. Hacia las seis de la tarde, anochecía, y avanzaba en la lectura de una novela bajo la luz tenue de un velador, cuandose cortó la luz de la cabaña. Entonces sonreí: sorprendentemente, podía continuar con la lectura. Suavicé el brillo dela pantalla y leí un buen rato más. Pronto se hizo de noche, la luz todavía no había regresado.
Como editora, sigo explorando las posibles formas de publicación digital, tanto en formato epub como en sus más sofisticadas aplicaciones. El mundo el libro infantil es uno de los que se aventura con un mayor potencial a desarrollar. Algo que aún se demora –aquí y en el mundo– por cuestiones de costos. Pero no hay dudas de que eso cambiará de aquí a poco.
Se dice en los entornos de la comunicación transmedia que vivimos en la era de los “gamers” y el “storytelling”, y que son los diseñadores-ideólogos de videjuegos los que definirán el modo como “aprendemos y aprehendemos el mundo” de ahora en más, imponiendo su visión lúdica del mundo, de premios, castigos y recompensas. Sin embargo, pienso que no hay motivos para que la literatura se preocupe por su futuro: ¿quién si no ella sabe de entretenimiento, de misterio, transformación de personajes, mundos posibles, en definitiva, de contar una historia? –la revancha de los freaks–.